El maíz es un cultivo con elevada demanda de nutrientes. La implantación de nuevas tecnologías y mejoras en las técnicas de cultivo, han incrementado las producciones del mismo por hectárea. Este incremento en producción supone también un aumento de las necesidades en nutrientes por parte del cultivo.
Incluso siguiendo las mejores y más respetuosas prácticas agrícolas, los suelos cultivados suelen tener una tendencia inexorable a perder materia orgánica, debido al aumento de la velocidad de mineralización que conllevan las prácticas agrícolas y a la presión del clima mediterráneo.
Los datos del sector indican que el consumo de fertilizantes en 2017 ha sido superior al de 2016 y que la presión de mercancía de importación está condicionando la estructura del mercado.